viernes, 23 de enero de 2009

Octava entrega viaje Bariloche Rawson

05 de enero de 2009:

Tras levantarme y tomar unos mates vi que el tiempo estaba pésimo, además del frío, estaba muy nublado. Mi amigo me dijo que por radio le habían informado que el tiempo estaba para llover en la zona de Paso de Indios y Pampa de Agnia. Incluso, sucedió algo que es inusual en Tecka: llovió. En la zona de Esquel y Trevelin estaba lloviendo fuerte.

Decidí postergar la salida hasta tanto ver cómo evolucionaba el estado del tiempo.
Me dediqué a recorrer el pueblo.
En los alrededores fui testigo de una actividad que no me resultó muy agradable: la caza de liebres con perros tipo galgo. Los dueños los llevan con correas y los largan en el campo. Víctima y victimarios corren a una velocidad impresionante. En el intento que pude testimoniar, los perros fallaron al tratar de atrapar a la liebre.
Visité a la gente de GruArTeck, un grupo conformado por hilanderas y tejedoras de Tecka que apuesta a la producción y comercialización de manera asociativa de productos textiles de lana de oveja. Al centro llega la lana cruda, directa de la oveja y mediante la utilización de husos, ruecas y telares producen unas prendas muy copadas. Compré para mis sobrinos unos gorros de lana. Cada prenda esta “firmada” y dice qué cantidad de horas insumió su producción. Los precios son muy económicos. La referente del grupo es la Sra. Domitila Huaiquil y el centro se encuentra a la vera de la RN 40.
Me subí a una especie de barda, que tiene una antena en lo alto para sacar fotos del pueblo desde las alturas. Me llené de abrojos y molesté el descanso de algunas liebres durante mi ascenso a pie por la pendiente.
Pude entrar al edificio de la vieja comisaría. Hermoso edificio que se encuentra frente a la plaza principal y en el que hoy funciona un centro cultural y una biblioteca popular. También frente a la plaza en un edificio centenario funciona un vistoso bar “Sanguchito” atendido por su propia dueña.
Por la tarde el tiempo no mejoraba y hacía frío. No daba para pedalear pero si para sacar fotos al paisaje. Se armaban unos cuadros con unos colores espectaculares: el gris plomo de las nubes y las bardas iluminadas por un sorpresivo rayo de sol que las mostraba de un color dorado espectacular.
La oveja es el motor productivo de la zona. Se usa la lana, y se la come todo el mundo. Salvo mis amigos que no comen carne, todo Tecka come carne de oveja, todos los días (en puchero, con polenta, a la parrilla).
La iglesia del pueblo tiene al Padre nuestro y el Ave María en versión bilingüe: castellano y mapuche.
La gente que me recibió me aconseja que me quede una noche más frente a la situación del tiempo que parece no mejorar. El que parece opinar lo mismo es el perro Toti que se metió en la casa después de haber vagado perdido y medio golpeado por el medio de la nada. La idea de hacer 170 kilómetros sin refugio alguno y casi sin paradas no me agrada. La lluvia era casi segura por las zonas a transitar en la próxima etapa. Lo hablé con los dueños de casa y decidí salir en micro hasta Paso de Indios (pueblo en medio de la estepa) y ver desde ahí cómo evolucionaba el tiempo. No quería seguir abusando de la buena voluntad de mis amigos.
Juan Carlos me contó que se había desempeñado como personal de vía y obra en el FFCC Gral. Roca con base en San Antonio Oeste (Río Negro). Me contó historias de tan duro trabajo, labor esencial que facilitan la circulación de los trenes. La zona por la que trabajaba tiene un clima muy áspero: calores infernales en verano y fríos intensísimos en invierno, de esos que hacía que se le quedaran pegadas las herramientas de metal en las manos. También me contaron historias de cuando vivieron en Gastre. Allí el viento es más constante que en Tecka. Tal es así que la gente del lugar se acostumbra a caminar inclinada, pese a que estén a reparo del viento o que, directamente no haya viento (lo cual es excepcional).

06 de enero de 2009:
Me levanté bien temprano para armar mis cosas. Tomé unos mates con los dueños de casa. Juan Carlos había estado de guardia toda la noche y pese a todo se levantó para despedirme.
En el centro de Tecka me encuentro con una de las chicas que atienden en la YPF que esta sobre la RN 40 – Mariela- y su amiga Ernestina. Con Ernestina compartí el viaje en ómnibus hasta Paso de Indios, en donde me bajé mientras ella siguió viaje hasta Puerto Madryn, destino final del servicio.
Mi circunstancial compañera de viaje me contó cosas muy interesantes sobre la vida en Tecka y otras ciudades de la Patagonia. Además me apuntó varias cosas durante el trayecto hasta Paso de Indios, resultando ser una excelente guía para esa zona desconocida para mí.
Durante el viaje, y a unos pocos kilómetros de salir de Tecka, se empezó a bajar gente –todos ellos vestidos de forma típica con sus sombreros, personas con rostros curtidos por el viento y el frío (clima árido estepario frío como lo llaman los expertos en climatología), cargando cajas y pesadas bolsas- en lugares en los que no había absolutamente nada. Al costado del camino los esperaban otras personas a caballo para ir a no sé dónde.
Según Ernestina algunas personas se bajaron en la Comunidad Aborigen Pocitos de Quichaura (Cerro Guacho) compuesta por varias parcelas de tierra ocupadas –legalmente- por varias familias (aproximadamente 50). Parece que la Provincia de Chubut lleva un registro de comunidades aborígenes y que gestiona los títulos de propiedad para los que viven en las tierras afectadas comunitariamente (Para conocer más sobre esta comunidad recomiendo un completísimo informe realizado por el Centro Regional para la energía eólica para el Proyecto Permer, Secretaría de Energía de la Nación, Ministerio de Economía – Poder Ejecutivo de la Nación - http://energia.mecon.gov.ar/permer/InformeSocialPocitos1.pdf).
Al rato llegué a Paso de Indios. El viaje se hizo muy rápido gracias a la charla de mi compañera de viaje. Armé la bicicleta y ajusté las alforjas mientras se acercaban unos chicos a preguntarme de donde venía, hacia donde viajaba, y todas las cosas que les interesan a los pequeños. En esos pueblos los pibes tienen una pureza, paz y onda total. Obviamente les llegará la etapa de marchitarse como a toda persona, pero creo que el cambio no es tan brusco como en las grandes ciudades. Crecen en lugares aislados, con su buena cuota de desigualdades y cuando llegan a la adolescencia los caminos se reducen a una opción bastante estrecha: trabajar en el pueblo de lo que venga, o irse buscando otros horizontes a las grandes ciudades –a veces para trabajar, estudiar o ambas-. Es muy común escuchar que en algunos pueblos tanto adolescentes como adultos caen en el alcoholismo –por múltiples factores- lo que deriva en situaciones de violencia familiar con el consecuente desmembramiento de la familia y otras disfuncionalidades que terminan hiriendo a la comunidad toda. Yo no me crucé a ninguna persona alcoholizada (salvo un viejo que “luqueaba” en Paso de Indios y que me siguió como tres cuadras), pero en las mañanas vi plazas llenas de botellas como si se hubiese festejado un ritual al dios Baco (tal el caso de Tecka, Trevelin, El Hoyo).
Me fui a un almacén de ramos generales a comprar pan y fiambre para hacerme unos sándwiches antes de salir con destino hacia la zona de Los Altares.
Me acomodé en el centro de la plaza, a reparo del fuerte viento que la cruzaba y cuando me disponía a pegarle un tarascón al primero de los cuatro pebetes que me había preparado, se me acercó un muchacho en bici. Se llamaba Segundo Melifilo, alias Cuchi, referente político y representante en Paso de Indios de la agrupación política que encabeza el gobernador Mario Das Neves. A Cuchi lo conoce todo el mundo, lo cual comprobé por cada lugar que visité hasta llegar al destino final del viaje en la Ciudad de Rawson.
Me invitó a su casa a comer una rica polenta con unos pedazos de cordero, muy rica. Segundo es deportista y organiza eventos como la dura prueba ciclística que, en etapas, une a la localidad de Trevelin con Rawson. Al despedirme de él y su familia me obsequió una remera muy piola y una bandera de la prueba ciclística.
La actual ubicación geográfica de Paso de Indios no es la del original “paso de indios” (lugar por donde los tehuelches cruzaban el río Chubut o Chupat –que significa transparente- conforme lo llamaban ellos), lugar al que se lo señala en los más viejos mapas de la zona, hechos por los primeros exploradores (de origen europeo) que viajaron por la provincia (En efecto, muchos caminos que hoy son rutas provinciales y/o nacionales, fueron muchos años atrás senderos utilizados frecuentemente por los tehuelches). En donde hoy se asienta el pueblo funcionaba una herrería por lo que el lugar se conocía como “La Herrería”. Era un viejo “centro de servicios” para las tropas de carros que iban y venían por el valle del río Chubut.
Finalmente tomé la Ruta 25, previo aprovisionamiento de agua. Preví llegar antes de que termine el día a la localidad de Los Altares distante a unos sesenta kilómetros de Paso de Indios.
Salí a la ruta y estaba todo genial. No hacía mucho calor y viento fuerte a favor. Empecé mi pedaleada y al rato estaba avanzando a un promedio de 35 km/h con picos de 60 km/h!!!. Un placer endulzado por paisajes imponentes que sorprenden.
A medida que avanzas por la RN 25 (asfalto) aparece el río Chubut que junto con el viento han ido tallando en la meseta -a lo largo de millones de años- unas formas impresionantes. Paredones de piedra de colores hermosos, caprichos de piedra que llaman a descubrir formas ocultas: se destaca el famoso “Barco”, un verdadero transatlántico similar al Titanic que parece querer escaparse de la meseta, y el “Arca de Noé”. La ruta tiene varias curvas (es que sigue en paralelo el curso del río) y a la vuelta de cada una de ellas te encontras con nuevos paisajes, siempre deslumbrantes.
No conozco los motivos por los cuales Los Altares –la zona se ha llamado así por la similitud que guardan las rocas con las columnas de viejos templos- no comparten el podio de maravillas naturales de nuestro país como las cataratas del Iguazú, la quebrada de Humahuaca, Península Valdez, entre otras.
Se me cruzó por la cabeza, al ver que el río ha puesto al descubierto esas formaciones geológicas, con colores tan vivos y variados (verdes, rojos, amarillos, blanco, negro, marrones, etc.), que debajo de esa superficie monótona y uniforme de la meseta patagónica central duermen todas esas formas y colores a la espera de un nuevo ciclo geológico –que no vamos a ver- que les brinden un protagonismo que hoy no tienen.
La ruta no tiene mucho tránsito pero los que pasan no ahorran velocidad y consecuentemente combustible. El viento ayuda mucho pero cuando pasas de tenerlo a favor a cruzado por efecto de una curva, hace que reduzcas la velocidad a menos de la mitad. Todo lo que te da te lo puede quitar de un momento a otro.
En poco más de una hora y media estaba en la Localidad de Los Altares, ubicada en la zona conocida como El Valle de los Altares.
Me alojé en la comodísima hostería del Automóvil Club Argentino (ACA). Recorrí la pequeña aldea rural y me fui caminando –unos cuatro kilómetros ida y vuelta- a la Estación Hidrológica de Los Altares que se encuentra al costado del río. A pocos metros de allí se encuentra “la pasarela”, un puente colgante que se usa para que crucen el río -de unos veinte metros de ancho en esa parte- tanto personas como animales. Para no poner en riesgo su estabilidad un cartel indica la cantidad de personas, ganado ovino, equino o vacuno pueden pasar al mismo tiempo por el puente. A la pasarela se accede tras pasar una tranquera que te hace pasar por una sólida y bella construcción llamada la “Casa de Piedra”, la cual estaba en evidente estado de abandono. Una lástima.
Al lado de la pasarela se conserva el viejo sistema para cruzar el río: una especie de tirolesa (quizás tenga un nombre técnico que desconozco) con un cable de acero y una especie de mega canasto que con una polea se desliza hacia la otra orilla. No sé si se seguirá usando pese a la existencia de la pasarela.
Estaba fusilado por lo que me comí los sándwiches que no comí al mediodía y me fui a dormir.

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