domingo, 31 de enero de 2010

FOTOS DE LA SALIDA DE TANDIL - GARDEY - PABLO ACOSTA - AZUL

Allá a lo lejos, tras esas sierras, Tandil. Foto obtenida cerca de Pablo Acosta
Cerro Leones. Mural en la puerta del Colegio.
Obra integrante del conjunto "El Malón" de Carlos Regazzoni
Refugio Boca de Sierra
El recorrido en Google Earth

TANDIL - GARDEY - PABLO ACOSTA - SIERRAS DE AZUL

Cruzando el vado del Arroyo de Los Huesos
Estación Gardey
Monasterio Trapense
Entrada a Estancia Santa Teresa - Tandil
Viejo dique de la fábrica de pólvora y explosivos

Salida de Tandil.

Con pocos días de vacaciones decidí desplazarme para algún lugar cerca de la Ciudad de Buenos Aires. Pensé en Entre Ríos, Uruguay pero terminé inclinándome por las sierras bonaerenses, puntualmente las del sistema de Tandilia, el resabio de las montañas más viejas del mundo.

El denominado sistema de Tandilia –que cruza la provincia desde Mar del Plata a Olavarría- no se limita a la ciudad de Tandil y alrededores. Ofrece un montón de paisajes, pueblos, caminos y rincones dignos de visitarlos y si es con la bici, mejor.

Mil historias se cruzan por los caminos recorridos –viejos pueblos, misteriosas minas y fábricas de explosivos, un monasterio, chatarra convertida en arte en el medio de la nada-, cuentos que empatan en número con los accidentes naturales y artificiales que ofrece la zona: caminos rurales, subidas importantes, bajadas muy divertidas, polvo a morir (producto de la piedra caliza que aflora en lo alto de los cerros), vados y canteras.

El primer día lo dediqué a Tandil y alrededores. Linda ciudad, caminos y senderos muy copados pero la onda era salir más allá de los límites de la Ciudad, siguiendo la línea de las sierras hacia la ciudad de Azul.

Los pueblos de Gardey y Pablo Acosta.

En la mañana del martes 19 de enero llovía en Tandil por lo que dudé en salir pero un llamado a Azul en el que se me anunció que por allá estaba despejado me empujó a correr el riesgo y partir. Como la idea era pasar un par de días afuera, no llevé más que unos pocos efectos personales y repuestos en una mochila que no jode para pedalear, nada de alforjas.

Como Tandil es una ciudad enorme, hasta que salís al campo pasas por sinuosos caminos y barrios. Claro que la salida conlleva un esfuerzo para superar las distintas subidas, ello así toda vez que Tandil se encuentra rodeada de sierras.

A media hora de la partida llegué al barrio que se conoce como Cerro Leones. Del cerro casi no quedan rastros ya que la actividad minera se lo está comiendo crudo. Al ritmo de explotación y mientras queramos bonitas mesadas de granito en nuestras cocinas, el cerro desaparecerá en pocos años más. En la escuela del barrio, un edificio muy lindo, se leen pintadas denunciando la depredación incesante de lo que queda del cerro.

La actividad minera en la zona es muy importante. Carteles que advierten del peligro de circular en áreas de extracción, camiones llenos de piedra y caminos con un polvo muy fino -como un talco- que te hace perder el equilibrio, dan cuenta de ello.

Todo el camino hasta las sierras de Azul es muy entretenido, con permanentes subidas –algunas largas para sudar a lo loco- y bajadas en las que se lucen la horquilla y los frenos a disco. Pero el mayor entretenimiento se lo llevan los ojos con esos campos multicolores llenos de girasoles, el yuyo (soja), pasturas y afloramientos de piedra que se parecen a Stonehedge, el monumento megalítico de Inglaterra.

Habiendo recorrido poco más de 25 km llegué al pueblo de Gardey, hermoso pueblo que creció con la estación inaugurada en 1885. Muy cuidado, rodeado de cerros y con edificios muy lindos. Disfruté de una grata charla con Walter, el carnicero del pueblo y vecinos, y me tomé una gaseosa en la plaza que tiene una pileta para que usen los chicos de la zona.

Salí del pueblo con destino a mi próxima parada: Pablo Acosta en el Partido de Azul. Crucé un puente que pasa sobre el arroyo Chapaleufú Chico y tomé unos caminos muy pintorescos y agrestes. Por momento llenos de piedra, polvo en parte y tierra en las zonas más bajas. Siguiendo distintas sendas hacia el oeste, acercándome a la traza de la ruta provincial N°80 (ripio) llegué al acceso de una de las estancias más importantes de la provincia: “Acelain”. La propiedad del campo (tiene pista de aterrizaje, un castillo impresionante, laguna, montes, y cientos de hectáreas) se la atribuyeron a varios políticos del país, el que más suena es Duhalde, pero también se la atribuyeron a “Méndez”. Lo cierto es que es de la misma familia de siempre.

Después del acceso a la estancia como que el camino se cortaba y solo seguía una huella. Hacía un calor terrible y no me quedaba mucha agua y sería un garrón tener que volver atrás si es que esa huella se cortaba en medio de un campo y no me dejaba en la ya mencionada Ruta N°80. Me tiré el lance y fue genial. La huella se cerraba cada vez más lo que provocaba picantes roces con los cardos y encuentros con charcos bien barrosos. Fueron 5 km muy copados que me dejaron donde esperaba.

Siguiendo esta vez por la RP 80 llegué al arroyo De los Huesos, el que se atraviesa por una vado bien largo, de unos 20 metros y con una profundidad de poco más de medio metro. Aproveché para bañarme en el arroyo, el que crucé tras sacarme las zapatillas y medias.

A diez minutos del vado y tras pasar por una vieja estancia, llegué al pueblo de Pablo Acosta (Pdo. de Azul), poblado con una sola esquina, una embotelladora de agua mineral y los restos de una estación que se fue destruyendo poco a poco. En el lugar fui atendido por el dueño del restaurante que funciona los fines de semana y me clavé dos litros de Sprite de un saque. Unos chicos vinieron a ver la bici y me contaron de las bandas de jabalíes que recorren la zona, precedidos por “padrillos” casi mitológicos.

A partir de Pablo Acosta la RP 80 corre sobre una cinta asfáltica. Todo bien, cero tránsito, pero hay que empezar a trepar la sierra. Los paisajes son muy pero muy lindos.

Pablo Acosta era un señor dueño de muchas hectáreas por la zona. Su estancia fue bautizada “Los Ángeles” y tiene un casco espectacular que se divisa desde la ruta. Hace ya muchos años donó tierras a los monjes trapenses, quienes siguen la Regla de San Benito, quienes en 1958 levantaron una iglesia y monasterio entre medio de los cerros. Los monjes que llegaron a Azul desde Massachusetts – USA bautizaron al Monasterio con el nombre del lugar que se ubica más cerca. Por el nombre de la estancia a la que pertenecían las tierras, bautizaron al monasterio “Nuestra Señora de los Ángeles”. El monasterio se encuentra a unos 8 km de Pablo Acosta.

Siguiendo con la trepada que obligaba a pedalear a no más de 15 km/h, divisé unas figuras muy raras en medio de un predio al costado de la ruta. Era un grupo de esculturas del conocido artista Carlos Regazzoni quien trabaja con chatarra y que anduvo haciendo de las suyas por Azul. Lo que se ve al costado del camino es una obra inconclusa que se llama “El Malón”, quedó a medio hacer pero pese a todo la municipalidad se encuentra acondicionando el lugar para recibir a visitantes.

Unos km más adelante otra sorpresa: los restos de una vieja mina y un dique inconcluso que remiten a las construcciones del proyecto Dharma de la serie Lost. Se trata de instalaciones pertenecientes a FANAZUL -Fabrica Nacional de pólvoras y explosivos- de Fabricaciones Militares. La misma se ubica en terrenos que fueron asiento del arsenal de la Armada (si, la Armada a casi 200 km del océano). Fabrican explosivos con fines militares y productos para la minería. Dos veces por semana hacen pruebas y tiembla toda la zona. Lamentablemente no se puede ingresar a las instalaciones.

A pocos km llegué al Refugio Boca de las Sierras, un predio hermoso, atendido muy pero muy bien por sus dueños Sergio y Gustavo, y destino de muchos cicloturistas a lo largo del año. El refugio –que se asienta dentro del predio de FANAZUL- consta de amplios dormitorios y un copado salón comedor en construcciones del viejo obrador del dique antes señalado. También tiene amplias zonas para acampar y un arroyo que lo atraviesa de lado a lado. Me trataron súper bien, me dieron de comer, tomé un buen vino, generosos desayunos, pero por sobre todo el trato y la data que me pasaron fueron insuperables. Y todo a un precio recontra accesible, un verdadero regalo.

A la tardecita, tras haber recorrido poco más de 90 km desde Tandil, me puse a leer bajo un árbol y tras unas empanadas con vino me fui a dormir.

Recorriendo la zona.

Al día siguiente me propuse recorrer la zona. Desayuné, pasé por el viejo dique y me metí en el monasterio. Allí fui atendido por uno de los monjes, nacido en USA, con quien charlamos largo y tendido. Compré alfajores y recuerdos en una tiendita que tienen y me invitaron a participar de la “Sexta”, la oración del mediodía, la que se anuncia puntualmente a las 12.00 hs mediante campanadas que convocan a los monjes que están trabajando por los alrededores.

La iglesia, al igual que el resto de las edificaciones, más allá de la majestuosidad del paisaje y entorno, son muy austeras. Todo el monasterio tiene una paz impresionante. Tras los cantos me retiré hasta un pinar cercano en donde me puse a leer y me dormí una disimulada siesta para no faltar el respeto al lugar y quienes lo hacen.

Saliendo de la RP 80 hay caminos de ripio muy piolas para la bici, en los que se corre una carrera que todos los años sale del refugio.

Tras una copada merienda servida por los chicos del refugio y posterior cena -muy buena y abundante- me dispuse a dormir en la paz total que me brindaron las oraciones del monasterio y el triunfo de River sobre Boca.

Vuelta a Tandil.

A la mañana, bien temprano, tras desayunar y despedirme de los amigos del Refugio partí para Gardey pero variando los caminos. Todo el trayecto fue con un viento a favor muy poderoso. Tal es así que no paré en 60 km de recorrido, iba solo.

Me detuve en Gardey para reabastecer agua y tomé una variante para entrar a Tandil circulando en paralelo a las vías del FFCC Roca –ramal que sale de Gardey y llega al Pdo. de Necochea-.

Crucé el arroyo Chapaleoufu Grande por un puente metálico adoquinado muy pintoresco. En el trayecto pasé por el acceso a una estancia llamada Santa Teresa, el cerro de la Virgen, subidas varias y de vuelta a Tandil entrado a 45 km/h.

Con la recorrida por Tandil fueron casi 250 km que espero repetir.

Azul.

Tras guardar la bici en el auto tomé la RN 226 y me fui a la ciudad de Azul, ciudad cervantina de América Latina. La designación, se debió a que la ciudad cuenta con una colección de ejemplares del Quijote en la biblioteca popular Bartolomé J. Ronco. El ya citado Regazzoni hizo el Grupo Escultórico “El Quijote” compuesto por un gran Quijote acompañado por Sancho con su burro, Dulcinea y el perro.

También se puede visitar el Paseo Bolivar con sus hermosas casas, el teatro Español y las obras de Francisco Salamone: la Plaza San Martín, el impresionante portal del cementerio, el matadero municipal y el acceso al parque municipal Domingo Faustino Sarmiento. El parque es un espectáculo, y ni hablar de la costanera del arroyo azul.

A la tardecita visité la estación ferroviaria en la que funciona una escuela de platería. Ya cerrando la jornada cené en un lugar espectacular, único, llamado La Fonda.

Azul da para volver y quedarse un par de días, impresionante ciudad.

Jorge

Links interesantes:

Monasterio Trapense: http://www.trapenses.com.ar/

Fábrica de explosivos: http://www.fanazul.com.ar/fanazul2007/centro.html y http://www.fmazul.fab-militares.gov.ar/

Refugio Boca de Sierra: http://www.refugiodelasierra.com.ar/

Turismo en Azul: http://www.azulesturismo.com.ar/ y http://www.turismoenazul.com.ar/

Regazzoni: http://www.regazzoniarts.com/

Salamone: http://www.salamoneba.com.ar/ y http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Salamone

viernes, 22 de enero de 2010

UNA “AVENTURA” POR MERCEDES, ESPORA Y FRANLIN

Carrera con el ternero
Método "Espora" para obtener señal

Siesta en Espora

Fin de jornada

Zorra de los amigos del Belgrano (Trocha Angosta)

El sábado 10 de enero salimos con Marcelo y Nico a poner a prueba las horquillas de nuestras bicis por la inacabable zona de Mercedes.
Fue una vuelta de poco más de 75 kms en la que no solo se destacaron los paisajes, caminos y esfuerzo físico frente al calor de enero, sino las experiencias humanas, pequeñas historias que van a quedar siempre en el recuerdo y que hacen que una salida sea realmente única e irrepetible.
Hace poco leí en una vieja revista Selecciones las siguientes palabras: “¿Qué es una aventura? No es por fuerza, una escalofriante escapada de una muerte que parecía inevitable, ni el horror de un asalto a medianoche en una calle desierta y tenebrosa. Hay aventuras de otro género que nadie cita.” Agrega a modo de ejemplo: “Ved al vendedor de diarios que corre desolado en pos del caballero que le ha dado, por error, unos centavos de más; (…) experimenta la paz y la fruición deleitosa de las horas pasadas junto al fuego, con amigos, mientras afuera sopla el viento y hace frio; (…) mira un perro que renguea y te tira una mirada de forma suplicante; recuerda la sorpresa y la grata impresión que te deparó una presentación casual en plena calle. Estos y otros mil sucesos igualmente pequeños son aventuras. Quienes abran su corazón al encanto que ellos guardan, conservarán hasta la muerte, en alma y cuerpo, el eco y el perfume de su delicada emoción.” El texto pertenece a G. Chesterton y bien vienen a cuento para rememorar algunos momentos, que por su simpleza y gracia, se destacan en esta salida bien “aventurera”.
Saliendo de Mercedes agarramos de una las vías de trocha angosta del FFCC Belgrano con sentido al norte, mientras superábamos algunos guardaganados y reparábamos la única pinchadura del día pasó rauda una zorrita de los amigos de la trocha angosta hacia el lado de Tomas Jofre. Luego atravesamos pedaleando sobre los durmientes el puente sobre el río Luján. A partir de ahí todo fue genial ya que la traza permite circular sobre las vías a buen ritmo esquivando circunstanciales alcantarillas y metiéndonos en “túneles” vegetales cerradísimos.
Así llegamos, previo paso por la parada La Valerosa, a la estación Espora e inmediatamente vimos que en la Escuela N°13 distante a unos 500 mts de las instalaciones ferroviarias había mucho movimiento. Se celebraba una fiesta para obtener fondos para la cooperadora. Había venta de carne, comidas, bebidas y se proyectaba baile y corridas de sortija. Nos apuntamos y compramos un kilo de vacío genial que comimos con improvisados sánguches. Más tarde volvimos por más carne y empanadas. En Espora nos refrescamos con agua que surgía fresca y milagrosamente de una vieja bomba manual.
Lamentablemente el tiempo desmejoró, se largo a llover y la fiesta en beneficio del colegio se levantó. El traspié climático nos empujó a una siesta y al rato partimos siguiendo, esta vez por camino de tierra, hacia la estación Tuyuti. Antes de llegar desviamos al Sur ya que las precipitaciones habían complicado el estado del camino generando barro bien patinoso.
Me tocó caer a mí y por efecto dominó cayó Marcelo que venía atrás. Los mosquitos no permitieron quedarse sacándose el barro y seguimos. Al rato se nos acopló en el pelotón un ternero que en vez de correrse al costado del camino, empezó a correr junto a nosotros en una estampida desesperada. Descubrí que un bicho de su tipo corre a más de 30 km/h.
Las nubes se disiparon y con un calor infernal llegamos a la estación Franklin del Ferrocarril San Martín. Unos chicos nos indicaron un lugar dónde poder tomar algo. Se trataba de un pretendido bar que funciona en un viejo edificio ferroviario hoy a cargo de una hija de ferroviario. El boliche contaba con lo justo: dos mesas, mazos de cartas, unas bebidas explosivas y cocacola. Optamos por la coca la que nos fue servida en una mesa que nos armaron afuera a la sombra de un árbol y se nos acopló el nieto de la dueña, de apenas 7 años, a charlar como uno más. Antes de irnos nos dieron agua con hielo. La gente del lugar muy generosa. Los precios súper populares.
Partimos y tuvimos con Marcelo el honor de presenciar la más graciosa e impresionante caída de la historia del cicloturismo: Nico cayó en una profunda zanja llena de agua que no vio dando pasos atrás hasta obtener un buen ángulo para sacarnos una foto.
Ya encarando para Mercedes, pasamos por el paraje San Jacinto y entramos a Mercedes por una cómoda ciclovía. Ya en el pueblo con toda la mugre encima hicimos heladería, luego bar y cerramos con pizza bien entrada la noche. Toda una aventura.
Jorge