lunes, 31 de mayo de 2010

DESAFIO AL VALLE DEL RIO PINTO 2010 - LA CUMBRE - CORDOBA

Aún sonreía en "El Mirador". Ya superada la mayor cuesta del recorrido. Solo con la botellita de agua. Debí haber parado para comer algo. (i)
Uno de los primeros vados, en la bajada del Cuchi Corral. (i)
Las primeras largadas, bien temprano en la mañana. (i)
La feria (i)
La típica foto iniciando el cruce del vado del Río Pintos. (i)

La previa.

Si no fuese por la insistencia de Grace para que vaya al “Rio Pinto” ni loco hubiese decidido irme hasta La Cumbre – Córdoba para formar parte del clásico del mountain bike argentino: EL DESAFIO AL VALLE DEL RIO PINTO.

A las apuradas y sin entrenamiento caí a la hermosa ciudad serrana con Nico y Ariel. En el destino ya estaba Grace, Omar, Charly y luego se sumaron Marcelo y Cristina.

Paramos en el Hotel Palace, epicentro de la organización de la carrera, en cuyo predio se levanta una feria en el que exponen todas las marcas y se encuentran los bicicleteros amigos –Nodari, D’Aye y Halawa, entre otros-.

Es una locura La Cumbre en esos días. Todo es bicicleta, una ciudad “bike friendly”. Un “bariló” para los que nos gusta la bicicleta. Lleno de gente que anda en bici por todos lados.

Al día siguiente, una vez acomodados fuimos a probar qué pasaba en la Bajada del Cuchi Corral. Primer tramo de lo que sería la carrera dos días después. Pues bien, es una especie de montaña rusa para la bici, bajadas, curvas, vados, piedra, horquilla que se siente vivir y rebotar como loca.

Después de haber bajado retomamos la cuesta con mucho esfuerzo y hasta un lagrimón.

Ahí tomé conciencia que andar en bici en la sierra no es como en la llanura. Me surgieron mil inquietudes ante la cercanía de la carrera. Pero como la improvisación ha sido un clásico en mi vida seguimos adelante.

En los días previos a la carrera y en tren de relax nos dedicamos a recorrer la feria, hacernos masajes. Claudio Nodari me facilitó un service previo a la carrera absolutamente gratis, lo cual habla muy bien de él. Todo un profesional!

El sábado previo a la carrera recorrimos íntegramente -en camioneta- el recorrido de la carrera. Cuando vi lo que era la subida de San Marcos Sierra me quise matar. No es lo mismo que el rural bike. En fin, ya estaba ahí y no había marcha atrás, eso jamás.

Después de almorzar, nos acomodamos en los jardines del hotel para lubricar y limpiar las bicis. Así se hizo de noche, silencio, y a dormir todos temprano. Parecía que al día siguiente todo estuviésemos por rendir la última materia de una carrera universitaria.

Llegó el día de la carrera.

A las seis de la mañana del dos de mayo de 2010 estábamos todos despiertos y nerviosos. En calzas y todo lookeado como ciclista arranque mi cumpleaños número 37.

Bajamos al lobby del hotel para desayunar y, a instancias de Grace –cuando no- se entonaron las estrofas del cumpleaños feliz lo cual me llenó de alegría.

Las primeras categorías en largar lo hicieron a las 08.00 AM y aún era de noche. Hacía frio, estaba nublado y caían algunas gotas de lluvia.

Pese al panorama climático, decidí salir de remera, tenía la seguridad que una vez que entrase en calor prescindiría del abrigo. No me equivoqué y además no llevé mochila en la que podría haber guardado ropa que ya no necesitarse.

A eso de las 10 de la mañana largamos los de la Categoría Master A2. Éramos una banda de gente, una parte significativa del total de más de 4000 corredores. Hacía un frió que se hacía sentir pero en el camino al Cuchi Corral se me fue, claro loco, se te va por que tenes una subidas –no muy significativas- que hacen quemar calorías, solo algunas de las miles consumidas en los días previos en la “rotation” por los restaurantes del valle de Punilla.

La verdad

La verdad empieza cuando pasas la tranquera que anuncia la llegada al Cuchi Corral. Ahí empieza la bajada más loca. A mil, con vistas a precipicios que dan vértigo, pasando vados a más de 40 km/h, mojándote hasta las pelotas pero contento.

En algunas bajadas, gente muy lastimada que grita para que no la pisen, personas a la que se la esquiva como se puede. Por suerte la organización sabe dónde se dan generalmente los palos y hay ambulancias, bomberos y médicos.

Después de pasar el famoso vado del Rio Pinto, viene un recorrido súper divertido, rápido, por el valle, a buena velocidad y viento a favor pero cuidando de no quemarse ya que se acercaba la famosa subida rompe gambas.

Llamó la atención la presencia de grandes arenales, que no tenían nada que envidiarle a los de la zona de Bragado - Alberti que tanto me han hecho parir.

A esa altura de la carrera descubrí que tengo una bicicleta mountain bike, que todo lo que tiene sirve para algo, componentes que cobran sentido en el medio del cachengue de la sierra y no en corridas por la Av. Del Libertador o, en el mejor de los casos, en caminos de la llanura pampeana. Ahora veo las ventajas de los frenos a disco y como ayudan en las bajadas.

Finalmente llegué a la cuesta. Me sentía súper entero. Arranqué a subir bien, en plato 2, sin matarme, a buen ritmo pasando gente, un relojito, cero dolor.

Llegué al famoso Mirador y cometí el error no agarrar frutas. Solo me detuve a lubricar la cadena, seca por la lavada en los distintos vados que atravesamos. A media carrera solo había tomado agua y consumido un par de sobres de gel. Error.

Tras superar la cuesta bajé como un duque hasta llegar al Balneario San Esteban.

Pasado el pueblo de San Esteban y con el grueso de la carrera adentro, empecé a sentir un extraño frio y un dolor de estómago. Se me empezó a nublar la vista y sentía como me desmayaba. Pensé que no me podía estar pasando a mí pero si. En un momento no di más y tuve que parar. Quise vomitar y no me salía nada. Me tiré al piso y allí me vinieron a ayudar unos flacos quienes con las maniobras típicas anti bajón de presión y un vaso de agua saborizada me reanimaron.

No quería abandonar y me prometí que como sea, caminando incluso, terminaba la carrera. Sin lugar a dudas me fallo la alimentación y una falta de descanso adecuado ya que de piernas estaba bien.

Seguí la carrera con lo que me quedaba –sin superar los 20 km/h-, medio acalambrado y con temor a una recaída.

A las 4 hs 47 m de carrera, crucé la meta y me colocaron la medalla de finisher, un gran regalo de cumpleaños.

La verdad es que estaba hecho una piltrafa al momento de llegar pero como pude me arrimé al hotel a cambiarme y disfrutar de un día de cumpleaños muy especial.

Jorge

(i) Las fotos son de la gente de Riopinto.com, servicio que prestan a los corredores a quienes les sacan fotos en el curso de la carrera y te dan un dvd con una selección.