Gracias a Elsa que propuso hacer la afamada travesía por los puentes ferroviarios que sortean el Río Salado, pude volver al inagotable oeste provincial. Me refiero a ese sector cercano a las ciudades de Chivilcoy, Alberti y Bragado que es atravesado por varias líneas ferroviarias –desactivadas casi todas- y también por las huellas del Salado que de algún modo rompe con la monotonía topográfica que impone la llanura pampeana.
Qué linda que es la zona! Y para confirmarlo desde el principio bastó con salir desde Ramón Biaus, un pueblo que era visitado por el ferrocarril Compañía General y que pese a que hoy no se puede llegar sino por caminos de tierra, el lugar va para arriba y parece tener mucha actividad. La estación –con su estilo afrancesado- está muy bien cuidada y recientemente se reinauguró un restaurante muy lindo en el que tuvimos el gusto de tomar y comer algo a la vuelta de la vuelta que nos llevó hasta Achupallas y Gobernador Ugarte.
Entre los puntos a visitar se interpone el Salado -y sus tributarios-, rio que parece aburrido, amable, de llanura, pero que tiene su carácter y como prueba se puede ver cómo quedaron volteados los puentes ferroviarios por los que ya no pasan trenes. No hay caminos directos entre Ramón Biaus y Achupallas y es por eso que para llegar hay que trepar a las vías, pasar los puentes volteados parcialmente, cruzar campos sembrados –hermosos trigales, maizales, plantíos de soja súper prolijos por efecto del venenoso glifosato-, pastizales y terrenos indescriptibles, de todas las texturas, durezas y niveles de humedad, campos llenos de cardos y la dolorosa combinación de cardo/maíz/alambre de púas/yuyo urticante.
Tras pasar extensos trigales que estaban siendo cosechados llegamos al cruce de las vías del FFCC Compañía General y el FFCC Oeste –Ramal Gorostiaga / Anderson-, paso a nivel que permite tener un mirador de más de diez metros de altura en medio del campo.
Trepando terraplenes de la trocha angosta y superando puentes cruzamos luego el arroyo Chivilcoy y finalmente el Salado. Tras atravesar un campo plantado con maíz -que ya están queriendo alcanzar los dos metros de altura- llegamos a Achupallas.
Almorzamos muy bien en Las Tinajas, restaurante atendido por sus dueños que tiene un jardín que se prestó para echarnos una siesta copada, todos tirados en el piso como una jauría de perros salvajes después de haberse comido un buey en el Serengeti.
Daba para dormir un poco más pero tuvimos que partir, pasamos por la estación –inmaculada- y salimos para el pueblo Gobernador Ugarte. Dicen que en Ugarte pasan cosas raras pero ese día estaba todo bien, algo de arena al ingreso, pero finalmente uno llega a la estación y está muy linda, con una decoración muy loca pero impecable. Ugarte esta partido en dos por el límite entre los partidos de Alberti y 25 de Mayo y llamó la atención una curiosa señal –que funciona a modo de hito- que señala la línea divisoria.
Volviendo a Biaus llegamos al puente del FCO sobre el Salado. Imponente obra que hoy se encuentra deteriorada pero en pie. Y justamente al pie del puente nos echamos a descansar y se dio justo uno de esos momentos en que se alinean los ánimos, el clima es ideal, la brisa sopla a la velocidad más copada y el sol ilumina pero no jode. La pasamos muy bien en ese momento.
Para salir de ese oasis nos encontramos con pastizales violentos y altísimos pero la onda de la salida era: “Ok, el camino queda para allá. Pero hay un pastizal de dos metros de altura, alambrados y un campo plantado de maíz en el medio, no importa, los atravesamos!”.
Llamativamente nadie pinchó y eso que las ruedas pisaron los terrenos más raros, verdadero y auténtico rural bike.
Jorge
Link con fotos:
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