jueves, 31 de marzo de 2011

MAR Y CAMPO. MAR DEL SUR - CENTINELA DEL MAR.

La sombrilla es mía. No la llevé con la bici. es de un viaje en enero con el auto.
Tras el acantilado, el mar.
La entrada a la metrópolis Centinela del Mar.
Palomar en la Estancia La Eufemia.
Mapa del recorrido. Ida y vuelta por la misma senda.

Uno cuando sale en bici a recorrer caminos rurales desea llegar -después del esfuerzo- a un lugar que, en primer lugar, tenga un almacén para comprar una pomelo. Pero si ese destino te ofrece unas playas preciosas bañadas por el océano Atlántico que te permiten tirarte al sol y tomarte ese pomelo entre gaviotas, cangrejos y haciendo dibujitos en la arena con los dedos del pie todo es mejor.

Y así fue cuando me acerqué a Mar del Sur, la alternativa tranqui para que el que visita Miramar. Dejé el auto frente a la playa, armé la bicicleta y tomé el camino de tierra que corre paralelo al mar pero alejado no menos de cinco o seis kilómetros. Andas por el campo, la pampa pero a lo lejos se ven médanos, se siente un aire marino y se sufre un viento que es del mar!

Hermoso camino que cruza distintos arroyos y que pensaba aburrido, pero no. Al toque de salir de Mar del Sur vi una arboleda, y un palomar. Qué raro pensé ya que estamos muy al sur de BsAs como para que se vean palomares. Más de cerca vi una torre de lo que parecía una gran capilla, y otros edificios. Era la estancia “La Eufemia” creada en 1891, cuya dueña fue Eufemia Otamendi. Si. De la familia que da nombre al Partido. Parece que Eufemia era monja y le dejó esas tierras al Vaticano. Entré y no vi a nadie, saqué fotos y seguí.

Viento a favor o más o menos, estancias cuyos nombres se pueden leer bajo las cucardas que les ponen a los toros en “La Rural” y así hasta una enorme “cruz” sin inscripción alguna –como el monolito de 2001 Odisea en el Espacio- que se encuentra en la encrucijada con el camino que lleva a la ruta 88 (que vincula a Necochea con Mar del Plata). Giré con destino al mar y con un súper viento a favor, a más de 40 km/h, llegué a la entrada de Centinela del Mar.

Centinela del Mar es un pintoresco caserío con una capilla, un siniestro hotel abandonado y unos improvisados puentes que cruzan unos arroyos y que te dejan en lo alto de unos acantilados y más abajo la playa y el mar. La playa copada, ofrece restos de naufragios (¿?) y cuevas para poder ponerte el traje de baño en paz.

En la playa podes hacer lo que quieras, no hay casi nadie y el que esta no jode. Entre las piedras se pueden ver cangrejos, micropeces, algas de todos los colores y otras vidas. Un paraíso. Pero había que volver.

Y la vuelta fue un garrón porque entre la calza y la piel se me juntó arena y había un viento en contra violento. Llegué a Mar del Sur con poco y nada y con ganas de abandonar el ciclismo. Antes de irme visité el edificio del viejo hotel “Boulevard Atlántico” y un súper por otra pomelo.

Fueron 90 km de pedaleo y seis días para eliminar todos los granos de arena que se me incrustaron en las partes más sensibles del cuerpo.

Jorge

jueves, 17 de marzo de 2011

OTAMENDI - MIRAMAR. EL CAMINO DEL INFIERNO.

Extraña estructura de hormigón al costado de las vías, cerca de Miramar.
Un proyecto de estación que ha quedado truco? No pude averiguar nada.

Uno de los tantos senderos que corren por el Bosque Energético.

Estación Otamendi - FCS


Estando en Mar del Plata tomé la ruta 88 y tras un corto desvío caí en la localidad de Comandante Nicanor Otamendi. Un lindo pueblo muy activo por la actividad rural. Si bien la temperatura era bastante elevada no se sentía tanto por un persistente viento que se dirigía al mar. La idea era recorrer parte del ramal ferroviario que sale de Mar del Plata y desde Otamendi corre hasta terminar en la ciudad de Miramar.

La estación de Otamendi esta bien mantenida. Se registran señales de paso de esporádicos trenes, vías que conocieron mejores tiempos.

Después de recorrer el pueblo tomé el llamado “Camino del Infierno”, pura tierra pero lindo para la MTB. Llamativo nombre que despertó mi curiosidad cuando en medio de él advertí que había sufrido un pinchazo en un lugar insólito de la rueda de mi bicicleta.

Finalmente supe que el camino debe su nombre a la Estancia El Infierno que se asienta en la zona y cuyo casco fue construido en 1873 siendo su dueño Carlos Otamendi. Aparentemente los primeros establecimientos rurales en la zona eran “atacados” por los pueblos originarios. Según pude averiguar por internet la estancia soportó once malones comandados por el cacique Yanquetruz.

Quizás los espíritus de los aborígenes me tiraron una fantasmal flecha en la cámara afectada que pese a tener un importante agujero no pude hallar pinche alguno.

El camino del Infierno me dejó en la Ruta 11 –vieja- y tras unos pocos kilómetros por asfalto me metí en el barrio balneario conocido como 2Copacabana” que tiene frondosos bosques que han convertido a lo que serán –seguramente- calles en el futuro, en entretenidos senderos. Finalmente divisé el mar y llegué bordeando a la costa a Miramar.

Me volví a meter para adentro para dar nuevamente con las vías del FFCC y así fue que llegué a la estación Miramar, cabecera del ramal. Al lado de la vieja estación ferroviaria se estaba levantando una moderna estación de ómnibus. Toda una señal de que los tiempos y el modo de viajar cambiaron.

En Miramar visité el Parque Botánico Dunícola y el Bosque energético que se puede recorrer con la bici por medio de senderos asentados sobre viejas dunas. Es muy lindo trepar con la bici hasta lo más alto del médano y desde ahí poder divisar el mar.

Volví a Otamendi por un camino que vuelve a pasar por la vieja estancia que perteneció a Carlos Otamendi y volví a pinchar. Pero como dice la canción de los Rendondos, el Infierno es embriagador y daba para volver.

Jorge