Chacra de la comunidad mapuche con el estandarte que los distingue. Cerca de Los Toldos.
Típica campana suministrada por la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires.
El grupo completo con los amigos de Los Toldos en la Escuela Olegario Andrade.
Las sombras proyectadas desde la ruta. Volviendo a Los Toldos.
Mapa con el recorrido y los lugares visitados. Como referencia se pueden ver las ciudades de Junin, Bragado y Alberti.
Típica campana suministrada por la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires.
El grupo completo con los amigos de Los Toldos en la Escuela Olegario Andrade.
Las sombras proyectadas desde la ruta. Volviendo a Los Toldos.
Mapa con el recorrido y los lugares visitados. Como referencia se pueden ver las ciudades de Junin, Bragado y Alberti.
Cuando Ale Pol propuso una nueva salida con alforjas no lo dude un instante ya que el grupo Megabikers tiene muy buena onda y siempre es gratificante salir juntos. Además el recorrido propuesto -que tocaba algunos lugares que ya había visitado (ver http://biketripargentina.blogspot.com/2009/06/bragado-gral-obrien-san-emilio-los.html ) era muy tentador.
Fue así que nos encontramos bien temprano un sábado de octubre en la Ciudad de Chacabuco, ciudad enorme y pujante. Desde la lindísima plaza principal partimos hacia el sud oeste pasando por el cementerio de la ciudad con sus enormes paredones por si se escapan los muertos.
Al toque cuando le dijimos adios al asfalto descubrimos lo que sería nuestra compañía a lo largo del viaje: la arena, si, la arena, esa arena tan propia de la zona que hace que te partas las piernas para avanzar. Por suerte teníamos un lindo viento a favor que nos ayudó a superar sin inconvenientes el primer tramo sin paradas hasta la localidad de O'Brien.
Tras atravezar el Río Salado, llegamos a O'Brien fuimos atendidos por la gente del museo que se asienta en la Estación de lo que fuera el FCO. La onda de la gente fue genial. Improvisamos un almuerzo en la plaza, donde al igual que en otras partes del pueblo los árboles fueron bautizados por la gente con nombres tales como “El Solitario” -enorme eucalipto a la entrada del pueblo- y “Los gemelos” para dos cipreses añosos.
Hasta O'Brien se acercaron los amigos del grupo toldense “Ciclo Aventura” de Lisandro Coliqueo, quienes nos acompañaron hasta la próxima parada en San Emilio y luego hasta Los Toldos. Qué buena onda el grupo de Coliqueo, realmente copados por la compañía y el aguante que le hizo a muchos compañeros que venían cansados por el inevitable desgaste físico producto de arena.
En San Emilio visitamos el museo que al igual que en O'Brien se asienta en la Estación. DE San Emilio a Los Toldos solo fue un rato pero los casi 80 km acumulados se hicieron sentir.
En Los Toldos todo fue una fiesta. La pasamos muy pero muy bien.
El domingo, tras desayunar, nos fuimos de recorrida por la inagotable localidad de Los Toldos que ofrece lugares que no solo gratifican la vista sino el espítitu. Visitamos la casa natal de Evita, y previa escala en la hermosa casa de Lisandro, iniciamos un hermoso recorrido por la zona que se conoce como “La Tribu” por que es asiento de la comunidad mapuche toldense. Nos contó Lisandro que fue Mitre quien le entregó al Cacique Coliqueo miles de hectareas como retibución por los servicios prestado en la protección de la mal llamada frontera que separó a la mal llamada civilización de los pueblos originarios. Hoy es una zona que ofrece al que la visita un interesantísmo acervo cultural. Llama la atención la cantidad de escuelas rurales que se han levantado en otros tiempos y que hoy siguen funcionando pese al éxodo que ha sufrido el entorno rural.
El recorrido fue espectacular. Por caminos angostos y sinuosos, atravezando médanos, y tras pasar por varias chacras en las que se hacía flamear la bandera del pueblo mapuche, llegamos al Centro energético La Olla. Impresionante formación topográfica, un verdadero “crater” formado por el asentamiento de médanos otrora vivos que reinaban en la zona hace muchos años atrás. Haciéndome el piola me mandé a la olla con la bici lo que me sirvió para descubriri que pese a la energía del lugar no es sencillo salir de ella pedaleando y que estaba lleno de rosetas que terminaron adheridas a las cubiertas. En la olla -con el debido respeto- improvisamos una danza ritual que nos hizo cagar de risa (Ver video de Dario: www.youtube.com/watch?v=h-HqWNYvAj8 )Con un hambre indescriptible y cansado de tanto pedaleo, pero con el espíritu por las nubes llegamos a la Escuela Rural N°18 “Olegario Andrade” donde la mestra y su cocinera nos recibieron con empanadas, choripanes y variedad de bebidas. Fue un momento genial todos sentados en el comedor del colegio comiendo y riendo. De postre pintaron unas tortitas negras y café. La escuelita esta espectacular y la disfrutan los actuales estudiantes -solo cinco- y lo harán todos los que vendrán en el futuro.
Pasamos luego por la fábrica de quesos “El Holandes” y por el Monasterio Benedictino para llegar a Los Toldos cuando la noche estaba ganando la jornada.
Al día siguiente -con pesar- emprendimos la vuelta a Chacabuco. Salimos de Los Toldos con un notable viento en contra -que nos acompañaría hasta el final- pero con el apoyo y compañía de la gente de Lisandro.
Fue sufrido el pedaleo, pero llegamos al pueblo de Zavalía -pueblo que se asienta en el ramal del FCO que va de Suipacha a Bayauca- ayudándonos entre todos y gracias al energizante más efectivo: la buena onda del grupo.
Con el viento golpeándonos la cara llegamos al pueblo de Morse, que se asienta en el partido de Junin. “Cuna de cosecheros” reza el cartel de la entrada y así parece ser. En su ejido pudsimos ver que tiene un museo a cielo abierto con gran cantidad de maquinaria agrícola usada en los tiempos en los que no existían los motores ni el GPS. Almorzamos en la plaza, visitamos la estación y viajando en paralelo al ramal Chacabuco – Germania del BAP, llegamos al siguiente punto: Irala. Un pueblo hermosísimo y un verdadero oasis después de lo que nos hizo tributar el durísimo camino.
Siguiendo las vías del BAP llegamos a la abadonada estación Villafañe -rodeada de vegetación, casi impenetrable- y luego por la estación Coliqueo, ya cerca de destino.
Espectaculares tres días con los Mega, la gente de Los Toldos y Chacabuco y dos compañeros que no nos abandonaron: el viento y la arena.
Jorge
Fue así que nos encontramos bien temprano un sábado de octubre en la Ciudad de Chacabuco, ciudad enorme y pujante. Desde la lindísima plaza principal partimos hacia el sud oeste pasando por el cementerio de la ciudad con sus enormes paredones por si se escapan los muertos.
Al toque cuando le dijimos adios al asfalto descubrimos lo que sería nuestra compañía a lo largo del viaje: la arena, si, la arena, esa arena tan propia de la zona que hace que te partas las piernas para avanzar. Por suerte teníamos un lindo viento a favor que nos ayudó a superar sin inconvenientes el primer tramo sin paradas hasta la localidad de O'Brien.
Tras atravezar el Río Salado, llegamos a O'Brien fuimos atendidos por la gente del museo que se asienta en la Estación de lo que fuera el FCO. La onda de la gente fue genial. Improvisamos un almuerzo en la plaza, donde al igual que en otras partes del pueblo los árboles fueron bautizados por la gente con nombres tales como “El Solitario” -enorme eucalipto a la entrada del pueblo- y “Los gemelos” para dos cipreses añosos.
Hasta O'Brien se acercaron los amigos del grupo toldense “Ciclo Aventura” de Lisandro Coliqueo, quienes nos acompañaron hasta la próxima parada en San Emilio y luego hasta Los Toldos. Qué buena onda el grupo de Coliqueo, realmente copados por la compañía y el aguante que le hizo a muchos compañeros que venían cansados por el inevitable desgaste físico producto de arena.
En San Emilio visitamos el museo que al igual que en O'Brien se asienta en la Estación. DE San Emilio a Los Toldos solo fue un rato pero los casi 80 km acumulados se hicieron sentir.
En Los Toldos todo fue una fiesta. La pasamos muy pero muy bien.
El domingo, tras desayunar, nos fuimos de recorrida por la inagotable localidad de Los Toldos que ofrece lugares que no solo gratifican la vista sino el espítitu. Visitamos la casa natal de Evita, y previa escala en la hermosa casa de Lisandro, iniciamos un hermoso recorrido por la zona que se conoce como “La Tribu” por que es asiento de la comunidad mapuche toldense. Nos contó Lisandro que fue Mitre quien le entregó al Cacique Coliqueo miles de hectareas como retibución por los servicios prestado en la protección de la mal llamada frontera que separó a la mal llamada civilización de los pueblos originarios. Hoy es una zona que ofrece al que la visita un interesantísmo acervo cultural. Llama la atención la cantidad de escuelas rurales que se han levantado en otros tiempos y que hoy siguen funcionando pese al éxodo que ha sufrido el entorno rural.
El recorrido fue espectacular. Por caminos angostos y sinuosos, atravezando médanos, y tras pasar por varias chacras en las que se hacía flamear la bandera del pueblo mapuche, llegamos al Centro energético La Olla. Impresionante formación topográfica, un verdadero “crater” formado por el asentamiento de médanos otrora vivos que reinaban en la zona hace muchos años atrás. Haciéndome el piola me mandé a la olla con la bici lo que me sirvió para descubriri que pese a la energía del lugar no es sencillo salir de ella pedaleando y que estaba lleno de rosetas que terminaron adheridas a las cubiertas. En la olla -con el debido respeto- improvisamos una danza ritual que nos hizo cagar de risa (Ver video de Dario: www.youtube.com/watch?v=h-HqWNYvAj8 )Con un hambre indescriptible y cansado de tanto pedaleo, pero con el espíritu por las nubes llegamos a la Escuela Rural N°18 “Olegario Andrade” donde la mestra y su cocinera nos recibieron con empanadas, choripanes y variedad de bebidas. Fue un momento genial todos sentados en el comedor del colegio comiendo y riendo. De postre pintaron unas tortitas negras y café. La escuelita esta espectacular y la disfrutan los actuales estudiantes -solo cinco- y lo harán todos los que vendrán en el futuro.
Pasamos luego por la fábrica de quesos “El Holandes” y por el Monasterio Benedictino para llegar a Los Toldos cuando la noche estaba ganando la jornada.
Al día siguiente -con pesar- emprendimos la vuelta a Chacabuco. Salimos de Los Toldos con un notable viento en contra -que nos acompañaría hasta el final- pero con el apoyo y compañía de la gente de Lisandro.
Fue sufrido el pedaleo, pero llegamos al pueblo de Zavalía -pueblo que se asienta en el ramal del FCO que va de Suipacha a Bayauca- ayudándonos entre todos y gracias al energizante más efectivo: la buena onda del grupo.
Con el viento golpeándonos la cara llegamos al pueblo de Morse, que se asienta en el partido de Junin. “Cuna de cosecheros” reza el cartel de la entrada y así parece ser. En su ejido pudsimos ver que tiene un museo a cielo abierto con gran cantidad de maquinaria agrícola usada en los tiempos en los que no existían los motores ni el GPS. Almorzamos en la plaza, visitamos la estación y viajando en paralelo al ramal Chacabuco – Germania del BAP, llegamos al siguiente punto: Irala. Un pueblo hermosísimo y un verdadero oasis después de lo que nos hizo tributar el durísimo camino.
Siguiendo las vías del BAP llegamos a la abadonada estación Villafañe -rodeada de vegetación, casi impenetrable- y luego por la estación Coliqueo, ya cerca de destino.
Espectaculares tres días con los Mega, la gente de Los Toldos y Chacabuco y dos compañeros que no nos abandonaron: el viento y la arena.
Jorge