Cuando Marcelo Adam me propuso la salida sabía de antemano que no iban a faltar las notas salientes de las salidas que arma mi amigo: había que levantarse temprano (“Salimos 07:30 hs”), caminos muy buenos, buenos almuerzos, buena onda y siempre un kilometraje que no baja de las tres cifras.
Esta vez fueron casi 105 kilómetros recorriendo las localidades de Lima, Atucha, Alsina y Baradero, todas ellas en la Provincia de Buenos Aires.
Para mí la salida tuvo un ingrediente especial: el recorrido corrió en paralelo a la vía principal que une las ciudades de Rosario con Buenos Aires del Ferrocarril Mitre. Una doble trocha que prometía tránsito asegurado de trenes de carga, mis favoritos.
Arrancamos saliendo de la Ciudad de Buenos Aires. El viaje hasta la localidad de Lima se hizo corto ya que no había mucho tránsito. Amenizamos el trayecto con mates y facturas.
Llegamos a Lima a eso de las 09.00 y dejamos la camioneta en la Plaza del pueblo. Armamos las bicis y salimos con destino a la estación de trenes. La estación de Lima posee la típica arquitectura del Mitre. Con esos detalles que podes apreciar en cualquier escala urbana del FFCC Mitre.
Desde la estación agarramos un camino de ripio que bordea las vías del FFCC, alejándose un poco a la altura de Alsina y más adelante cerca de Baradero.
Al poco tiempo de arrancar se sintió el glorioso sonido de un poderoso motor diesel: apareció un tren con contenedores en sentido Retiro tirado por una GR 12 del NCA (Nuevo Central Argentino). Esos trenes son hermosos ya que con los distintos colores de los contenedores le dan un toque pintoresco al paisaje, realmente fantástico.
Llegamos a los restos de lo que habrá sido la estación Atucha del Mitre. No se vio casi nada, salvo unos restos tapados por malezas y acacios.
El clima a esa hora de la mañana estaba espectacular: sol pero no mucho calor. El viento: EN CONTRA Y CON BASTANTE INTENSIDAD HASTA BARADERO!!!
En toda la zona hay estancias muy lindas y varios emprendimientos turísticos que apuntan al turismo rural de alto poder adquisitivo.
Por lo visto había llovido por la zona y sobre las huellas del camino encontramos charcos con barro. En un momento quedé atrapado en una huella muy profunda y me caí. Por suerte solo fue hacia un tupido pasto sin mayores consecuencias que embarrarme el flanco derecho.
El paisaje es muy lindo saliendo de Atucha ya que empiezan a aparecer ondulaciones en el terreno y se advierte el comienzo de la bajada de la barranca del río Paraná. En efecto, empezamos a bajar hasta encontrarnos en una zona de puentes destruidos (los de madera a punto de caerse y los de hormigón partidos al medio) que atraviesan el arroyo Cañada Honda. Ese arroyo se acopla al río Baradero unos pocos kilómetros al este. Una cosa que descubrí con el Google Earth es que el río Areco –que pasa por San Antonio de Areco y que lo hemos cruzado en anteriores salidas- desemboca en ese arroyo Cañada Honda.
Después de cruzar los puentes tuvimos que volver a subir la barranca, no es muy pronunciada pero se siente en las piernas.
Pasamos el acceso al pueblo de Alsina y encaramos, con mucho viento en contra, el tramo final hasta Baradero.
Antes de entrar al pueblo y pasando unos doscientos metros el acceso a la planta química de Atanor, hay una calle de ripio de doble mano que tras unas vueltas y una bajada impresionante (la barranca que habíamos subido unos kilómetros atrás) te deja en el camino costero que te lleva hasta el puerto de la ciudad de Baradero.
El camino costero está muy bueno. Tiene zonas parquizadas donde la gente pasa el día, puede hacer asados y pescar en el río Baradero.
Por el camino de la costa llegamos al pintoresco puerto de la Ciudad de Baradero, primera colonia agrícola del país. En efecto, uno nota que la ciudad –a diferencia de otras ciudades que nacieron gracias a los trenes- es más antigua que el ferrocarril ya que el centro no se encuentra sobre la estación, sino cercano al puerto, barranca arriba, como el Buenos Aires colonial.
Recorrimos la zona de la costa, el puerto en el que han reciclado las instalaciones portuarias y hoy tiene zonas muy piolas de esparcimiento. Parece muy lindo el camping municipal con su pileta de agua de río y playa de arena.
Enfrente del puerto, en donde está la oficina de turismo –en la que brindan muy buena información-, hay varios restaurantes. Nosotros fuimos a uno que se llama La Pulpería del Puerto. Comimos dorado con distintas salsas –a la pizza para Adam y al roquefort para mi- y papas fritas. Liviana comida para el calor de la vuelta.
Terminamos de comer y recorrimos el pueblo. Recomendable el parque Sarmiento con sus tupidos árboles y vistas hermosas. El parque fue creado en 1905 y fue diseñado por el paisajista Carlos Thays (ahhh, si lo diseñó Thays tenemos que ir a verlo … fuck!!!).
Llegando a la estación vimos venir un tren –en realidad estaba haciendo maniobras sobre el cambio de vías- presidido por una ALCO RSD 16 de la empresa ALL que conserva los colores y diagrama de Ferrocarriles Argentinos (nota: los trenes de carga se privatizaron hace ya casi 20 años, van atrasados con la pintura, pero igual no calienta: da gusto ver ese amarillo y rojo tan entrañable). Esa máquina, la N°8507, tiraba un tren de vagones tolva. Se ve que le dejaba la vía libre a Retiro a otro tren (que vimos pasar más adelante con contenedores).
La estación es muy linda pero está un poco descuidada. Se conserva muy bien una mesa giratoria ubicada dentro del predio ferroviario.
Dejando la estación pasamos por aeroclub de Baradero. La pista estaba debidamente tapada por plantas de soja, bien a la moda.
Agarramos nuevamente el camino que nos llevó a Baradero y esta vez con viento a favor. Hicimos casi 15 kilómetros a 30 / 35 km/h, a full. Llegamos al acceso a Alsina en un santiamén.
Alsina es un pueblo precioso. La estación se conserva en perfectas condiciones. Tiene edificios viejos muy bien conservados y una avenida con un boulevard lleno de palos borrachos que vale la pena visitar. Tomamos unas gaseosas en un kiosco y dimos una vuelta por el ejido.
Encaramos el tramo final con mucho calor, por suerte el viento a favor hacía más fácil la vuelta. Tuvimos que hacer varias paradas técnicas para reponer líquidos y evacuar otros. Los dorados con sus poderosas salsas y las papas fritas no provocaron, pese al sopor reinante, indigestión alguna. Moraleja: lo que indigesta no son las cremas ni las frituras sino la mala onda.
Mientras estábamos en parada técnica se sintió un sonido maravilloso: el de los 1950 HP de la ALCO que habíamos visto en Baradero. Pasó en sentido a Retiro a unos 40 km/h.
En otra parada a la sombra de unos árboles sobre la entrada de una quinta, vimos acercarse desde dentro del predio a un flaco con boina que portaba poderosa cuchilla en su cinto. Para mí fue una forma de decir: “muchachos, los que pasan el alambrado se la ven con este fierro”. No se puede entender que a menos de diez km de una ciudad circule gente con semejantes cuchillos. No es tradición ni nada parecido, es un peligro. Imaginemos un cóctel de alcohol, unas palabras mal entendidas y ese cuchillito. Todo termina mal.
La boludez más grande del viaje me la mandé yo. Canchereando pasé por un charco de barro a toda velocidad. Salí lo más bien. Pero desparramé una gran cantidad de barro que dio de lleno en las, hasta ese momento, inmaculadas piernas y bicicleta de Marcelo. Fue impresionante el enchastre que ligó por culpa mía.
Al rato llegamos a Lima. Desarmamos la bicis y fuimos a una heladería que está ubicada en una de las esquinas que da a la plaza. Muy recomendable el dulce de leche y la crema de higos.
Choque de cinco por la buena salida, por los 105 km recorridos, Panamericana y FINAL.